30 de octubre de 2008

Guerrero

¡Ay, qué buen cristiano fue siempre el Guerrero del Antifaz! ¡Con qué fe desenvainaba la espada y degollaba a los impíos! Batalla tras batalla fue ganándose un nombre entre los caballeros más influyentes de la reconquista española. Quienes le conocían veneraban su prudencia en el trato, su cortesía en el amor, su arrojo en el combate. No vivía castellano viejo, nacido de familia honrada, que no admirase su confianza infinita en el Señor. Esta entrega absoluta a su patria y a su credo llegó a oídos de Fernando el Católico, un santo varón que sólo pensaba en primar la lealtad de sus súbditos. Por eso, propuso en el consejo real de primeros de mes premiarle con la medalla al Buen Vasallo, una condecoración que hasta el momento sólo había recibido el Cid Campeador. El Guerrero del Antifaz, que estaba combatiendo en la frontera, recibió la noticia con estupor. Como era de naturaleza modesta, se emocionó y apenas pudo articular palabra: su vida no había sido demasiado fácil y estos reconocimientos, pensó con alegría, eran los que permitían a cualquiera seguir tirando en la vida.

Fragmento del cuento ‘Buen Cristiano, Buen Vasallo’
Fue primer premio del certamen de cuentos ‘Noble Villa de Portugalete’

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