8 de noviembre de 2008

Malawi

Anoche Yuli soñó otra vez con una pradera amarilla, con unas palmeras alargadas, con unos antílopes veloces, con una choza de madera boabab, con un fuego rojo, con una tartera oxidada, y con una mujer que removía con un palo un caldo humeante. La mujer, de ojos claros, de piel negra, le ofrecía con gesto cariñoso un cazo, hablándole en un idioma extraño, susurrándole unas palabras onomatopéyicas en una lengua desconocida. Pero cuando Yuli iba a probar un sorbo de aquel caldo tan rico, la sirena de un tren la despertó. El expreso de las ocho de la mañana venía con cierto retraso y aullaba sin parar.
- ¡Piii... Piiiiii... Piiiiiiiii!
La residencia donde vivía Yuli estaba a las afueras de la ciudad. Era como una isla rodeada de ruidos. La parte delantera del edificio estaba sitiada por una carretera por la que circulaban cientos de vehículos y la parte trasera limitaba con las vías del tren. Los niños a veces se asomaban por las ventanas para tirarles piedras a los ferrocarriles. “¡Marica el que no llegue!”, gritaban.

Inicio del cuento ‘Tren a Malawi’
Fue primer premio de un certamen de cuentos solidarios.

2 comentarios:

Dolce far niente dijo...

Hola Jose, ya te puesto en mis sitios... un saludo...

Lander dijo...

Estupendo y muchas gracias. Yo sigo vuestros blogs. Están de maravilla. Internet, bien utilizado, es una de las pocas maneras inteligentes de burlar los monopolios informativos. Sigo con los cuentos. Dale recuerdos a Lema. Y mucho ánimo, que nos ha tocado vivir en una tierra de muy mala uva. Los dibujos de vendimia me han encantado. Seguimos en contacto para trabajar en el libro. Lander.