2 de abril de 2008

Olivo

Yo no he leído nunca poesía. Ni tampoco he ido de vacaciones a la costa. Y no me hablen de cine, de teatro o de televisión porque no entiendo. Nunca he visto el mar ni he viajado en barco y mucho menos en autobús. No conozco ninguna gran ciudad, ningún gran rascacielos, ninguna gran autopista. Mi vida ha sido estar aquí, quieto, inmóvil, hincado en la tierra. "¿Una vida monótona?", me preguntarán ustedes. Pues sí y no. Reconozco que a veces uno se aburre de ver siempre lo mismo, los mismos cielos, las mismas perdices, los mismos conejos, los mismos montes, los mismos pinos, las mismas piedras. No es que haya tenido mucha suerte del sitio en que me ha tocado vivir, no es para tirar cohetes ni para pegar saltos de alegría el haber nacido en este terruño en cuesta, empinado como una maldición, con una pendiente tan pediente que, en cuanto caen cuatro gotas, los riachuelos cogen tal velocidad que casi me arrastran al fondo del barranco.
Comienzo del cuento ‘Monólogo del olivo viejo’ incluido en el libro ‘Monólogo del olivo viejo y otros cuentos’ publicado en el año 2002 gracias a una beca de creación artística del Gobierno de La Rioja.

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