4 de junio de 2008

Pinel

Cuando despegamos, la atmósfera estaba muy tranquila y se distinguía la ciudad de París iluminada como una tarta de cumpleaños. Me dieron ganas de soplar sobre ella y apagar todas esas luces. El globo iba subiendo y yo sentía algo de vértigo, y si miraba a la derecha, sólo veía aire, y si miraba a la izquierda, sólo veía aire. Estaba a punto de amanecer. Claude Monet dibujaba sin parar todo lo que yo le decía; en su gesto no había miedo sino decisión por conseguir de una vez por todas su sueño imposible. No habíamos subido muchos metros cuando nos metimos en una maldita nube que no nos dejó ver nada y nos envolvió por unos minutos, pero menos mal que el globo salió de ella, y seguimos ascendiendo muy rectos, muy rápidos en dirección hacia el sol; sin darnos cuenta fuimos ganando velocidad y en ese momento empezó a amanecer, y el primer rayo de sol se cruzó junto a nosotros y yo, Pío Pinel, el pintor de mayor talento de Mogroñedo, juró que lo vi y que me rodeó y que me dijo: “Aquí estoy, píntame”. Y yo empecé a describir el verde, el azul, el rojo, el marrón, y por cada color que describía parecía que estaba descubriendo e inventando un mundo nuevo, porque cada color andaba a sus anchas con una total felicidad, una felicidad que nunca antes había conocido…
Fragmento de la novela ‘Yo, Pío Pinel’
Relata la vida del jardinero de Claude Monet.
Fue primer premio de la III Edición del Certamen de Novela Corta Ciudad de Monzón.

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