26 de agosto de 2008

Hoja

Llegado el momento de caer al suelo, una hoja vieja de un castaño tuvo un fogonazo de lucidez. No me pregunten de dónde sacó el arrojo, pero gritó: “¡No me tiro!”. Fue tal el revuelo que se armó entre el resto de hojas, que dejaron de despedirse y decidieron unirse al propósito loco de su hermana. El castaño se temió lo peor: un motín a esas alturas del otoño. Llamó a la representante en el comité de empresa del árbol, elegida en un turbio proceso sindical a principios del verano, para avisarle de que tomaría medidas desagradables en la brotación del próximo año si no zanjaba aquel acto de rebeldía. Esta hoja delegada, viendo que peligraba el pan de sus hijos, convocó una asamblea urgente a última hora de la tarde. Pidió la palabra y le preguntó a la hoja vieja: “¿Por qué no te tiras?”. “Porque no quiero morir”, respondió la aludida con una sinceridad apabullante.

Inicio del cuento ‘La hoja vieja’
Publicado en el número 15 de ‘Piedra de Rayo’

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