16 de mayo de 2008

Filoxera

Que vengo, señor practicante, por recomendación de don Manso de Calatrava, que como usted ya sabrá por las murmuraciones de manso no tiene nada, pues vaya mala leche que gasta el cascarrabias, ni los toros bravos bufan como él bufa cuando bufa, pero de Calatrava lo que presume el canalla, ni que fuera vizconde, siempre anda con la murga de su linaje por aquí, su linaje por allá, que deben de ir lo menos siete generaciones de Calatravas asentando sus posaderas en este poblacho de Cenicero, que líbreme el Santísimo de proferir ni una sola lamentación contra esta villa que me acoge, y si miento que me caiga ahora mismo del cielo un rayo y me abra en canal como un cerdo, pero, señor mío, no seamos ciegos, y ya me dirá usted qué de noble encuentra en esta aldea tan desangelada, cuatro callejuelas cubiertas de fango, cuatro perros pulgosos, cuatro jornaleros hambrientos, que a mí me da que el primer Calatrava fue un tipo corriente como yo, más pobre que las ratas, pero seguro que el segundo Calatrava, lo que pasa en la puñetera vida, se creyó más que los demás y se compró un escudo con flores de lis para presumir de escudo, y el tercero, un traje con levita para presumir de traje, y el cuarto, un caballo con enjaezados para presumir de caballo, y el quinto Calatrava, cansado de tantas ínfulas y tan poco comer, se hizo con una viña, y el sexto, con otra viña más grande, y el séptimo no le digo ya, que ha cogido carrerilla y ha comprado las fincas de media jurisdicción, venga plantar y plantar, arriba del monte, abajo del monte, a un lado del camino, al otro lado del camino, que como él no agarra el herrón y menos aún se agacha para hincar la planta, no sabe lo que son unas manos callosas ni una espalda deslomada…
Comienzo del cuento Filoxera.
Publicado en el número 12 de Piedra de Rayo.

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