12 de mayo de 2008

Garnacha

Que me parece que estamos confundiendo los términos, que no me extraña que mi hija se haya encariñado por el negro ése y no por ninguno de ellos, que hay que darles de comer aparte de lo raros que son, porque el negro del que tanto se mofan es negro como el carbón de una carbonera, sí, pero no se ha de morir de hambre, porque los tiene bien puestos, que yo le he visto con qué cojones levanta el herrón, y con qué ternura besa, y eso es lo que busca una mujer, tan sólo eso, que la quieran y no que la traten como ganado, son verdades que no haría falta ni decirlas, pero aquí, en esta pocilga atestada de analfabetos hay que recordar hasta lo más elemental, hay que recordar que nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a perdonar, que él fue quien dijo, dejad que los niños se acerquen a mí, y por eso es de mal nacidos el burlarse de un bebé, que mi nieta de la que tanto se burlan es negra, sí, negra como la garnacha, pero se llama como su abuela, María, nombre de virgen, y lleva mis apellidos, Guzmán Azcárate, a mucha honra, que pienso cuidarla con uñas y dientes, que cuando mi hija me insiste, me obliga casi a que la tome en mi regazo, me empieza a temblar todo, es como si retuviese un gorrión entre las manos, un gorrión que me pide clemencia para no ser desplumado, y yo acaricio al gorrión para que me coja confianza, no tengas miedo, no tengas miedo, gorrioncito, no te voy a desplumar, le susurro, y María me sonríe, y entonces, no sé, no sé lo que me pasa, algo se me cruje aquí dentro, siento que se me esfuma esta mala leche, porque es mi angelito negro, mi angelito negro.
Fragmento del cuento Garnacha.
Publicado en el número 13 de Piedra de Rayo.

No hay comentarios: