8 de mayo de 2008

Herrón

Porque no se creyese la promesa o porque le pillase con la moral baja, a Gonzalo de Berceo le entró de pronto esa pesadumbre, no exenta de rencor, propia de comerciantes exhaustos de tender camisas sobre el mostrador sin provecho alguno, y comentó con verdadera inquina.
- ¡Ay, en esta tierra que me ha tocado en mala suerte nacer es tan difícil vivir de la literatura! ¡Fíjese a mis años y todavía dando vueltas como un novato para sacar unas perrillas!
- La vida es muy perra para todos - masculló el labriego sin ningún asomo de compasión.
La reflexión tenía su miga. Y el afamado poeta andaba con hambre.
- No sé, no sé, quizá usted lleve razón, pero, amigo mío, le aseguro que nosotros, los escritores, nos llevamos la peor parte de los sinsabores. En La Rioja, no exagero, escribir es como darse golpes contra la pared... ¡Somos tan brutos...! No lo entiendo. Porque mire nuestros vecinos vascos. ¡Dios, cómo cuidan a sus clásicos!, ¡con qué respeto los miman!, ¡no, como nosotros!, ¡pueblo de iletrados!
El vate había abierto la espita de su desahogo y ya no había quien le parase. Aún se explayó varios minutos más en pormenorizar desdichas laborales humillantes para un currículum tan ilustre como el suyo. Según relató Gonzalo de Berceo con un tono encendido, a duras penas había conseguido contratar un par de charlas este verano en un curso universitario sobre literatura medieval que se iba a celebrar en un monasterio cisterciense en León. ¡Sí, en León! En La Rioja, por más que había insistido en bibliotecas y salas de cultura, no había contratado ni un bolo. “¡Se ve que están aburridos de la letanía del vaso de bon vino y reclaman savia nueva!”, aulló con un mohín de desprecio. Julián Mendozilla asintió por asentir, ya que hacía rato que no escuchaba lo que le decía aquel pesado de hombre. Sólo pensaba que si no cortaba la charla, iba a perder toda la mañana sin pegar ni golpe.
Fragmento del cuento Herrón.
Publicado en el número 14 de Piedra de Rayo.

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